Representación, Ideología y Recepción en la Cultura Audiovisual

5 razones para volver a: «Mushishi» (Artland, 2005-2006; 2014)

En noviembre de 1999, aparecía en los volúmenes especiales de la Afternoon: Season Zōkan el primer tomo del segundo trabajo de la joven y prometedora mangaka Yuki Urushibara: Mushishi. La obra, que más tarde sería serializada en formato anime en dos ocasiones —una entre 2005 y 2006 para sus primeros compases y otra en 2014 para su seguimiento—, nos cuenta la historia de Ginko, un hombre cuyo oficio consiste en estudiar a los mushi, unos entes parasitarios generalmente invisibles que emanan de lo que podríamos considerar como el «río de la vida», y en proteger a la gente de los posibles efectos adversos que estos puedan acarrear con su mera existencia y supervivencia. A pesar de que el inicio de la serie va a cumplir, más pronto que tarde, sus veinte años y su producción ya hace diez que terminó, nunca está de más recomendar y, con ello, reivindicar un producto que, especialmente en estos tiempos de aceleración y ansiedad ecológicas, nos invita a llevar a cabo una reformulación de nuestro punto de vista acerca del mundo natural que nos rodea y el cómo debemos tratarlo para evitar dañarlo innecesariamente. Desde RIRCA, os planteamos cinco razones por las que volver a Mushishi en el caso de que ya la hayáis visto o, en caso contrario, para verla por primera vez.

1. El mensaje ecologista. En tiempos de emergencia climática, una serie como Mushishi aparece para señalarnos, quizá no los problemas per se y la forma de solventarlos, pero sí la filosofía que debemos desarrollar para minimizar y, con suerte, frenar la acción humana nociva sobre el medioambiente. Una porción importante de los esfuerzos manifestados por el anime están directamente invertidos en perfilar un mundo animista, donde las fuerzas invisibles de la naturaleza tengan una representación visible para unos pocos personajes escogidos de la serie y, por supuesto, para todos sus espectadores. Lejos de plantear un sistema de erradicación de los mushi, la historia apunta a la lógica de la preservación y respeto de todos aquellos elementos que quizá resulten dañinos para el ser humano en mayor o menos medida, pero que son vitales para el mantenimiento equilibrado del mundo y sus circunstancias. La naturaleza como santuario que tenemos que mantener y respetar con el fin de poder beneficiarnos de ella.

Con su acercamiento tan observacional como fantasioso, el mundo de «Mushishi» destaca por su riqueza composicional y por lo misterioso y sorpresivo.

2. Su protagonista. A Mushishi no podemos adjudicarle un protagonista cambiante con un arco de personaje complejo y profundo. Esto se debe, básicamente, a que Ginko, nuestro protagonista, ya tiene la carrera hecha. Se nos presenta in media res de su propia vida, habiendo sufrido todo aquello que puede haber sufrido un mushi-shi de su categoría desde que era prácticamente un niño. Ya sabe aquello que debe saber para poder ejercer felizmente su oficio y la curva del aprendizaje del mundo mushi no supone para él ninguna dificultad. Como espectadores descubrimos el funcionamiento de cada uno de los mushi y, por suerte, tenemos a Ginko para que nos explique qué hacen exactamente y qué formas hay de contrarrestar cuál sea el efecto que pueden haber tenido sobre los seres humanos. En este sentido, el protagonista se nos presenta más bien como una suerte de maestro que nos enseña la parte invisible del mundo, haciéndola claramente visible e inteligible para el espectador ignorante.

Ginko, nuestro protagonista, explora Japón de forma constante en busca de «mushi» para investigar su procedencia y ayudar a la gente afectada por sus efectos.

3. Su mundo. Más allá del central mundo natural que tan presente está en cada uno de los capítulos de la serie, en Mushishi la originalidad también viene por su período histórico. Si bien es cierto que la época exacta en la que se desarrolla la serie es más bien una fantasía, muchos de los elementos contextuales que plantea encuentran un feliz referente en los entretiempos del período Edo (1603-1868) y Meiji (1868-1912). Muestra un mundo donde la tecnología tal y cómo la conocemos hoy, si bien en una tempranísima versión, comienza a ser un bien incipiente. Simultáneamente, y en lo que a Japón como país respecta, manifiesta un contexto en el que la nación como tal estaba aislada del resto del mundo y no se conocían relaciones exteriores con ninguna otra comunidad. Este período en concreto se conoce como sakoku —que vendría a significar «país en cadenas» o «cierre del país— y abarcó más de dos siglos (1639-1853) en los que cualquier contacto con el exterior podía ser castigado con la pena de muerte. De esta manera, Mushishi plantea un universo con suficientes referentes para encadenarlo a la realidad política e histórica del país, pero añadiéndole su propio toque fantasioso que puede llevarnos a considerar la serie como una «retrotopía».

Siendo «Mushishi» un producto de marcados toques animistas, el medio natural ocupa una posición centralísima en la estética particular de la obra y en su propia narrativa.

4. Su naturaleza episódica. Como tal, Mushishi no desarrolla un argumento a lo largo de sus dos temporadas. Durante los prácticamente 50 capítulos —contando OVAs—, iremos siguiendo a Ginko de villa en villa para ver cómo solventa los problemas relacionados con el mushi que puedan estar presentándose en ellas. De esta manera, cada capítulo desarrolla una historia que se inicia, se plantea y se termina en el mismo. Aunque pueda ser visto como un inconveniente para aquellas personas que prefieran un desarrollo profundo y sentido de historias claramente localizadas y prácticamente únicas, cabe tener en cuenta que esta naturaleza episódica favorece un marco en el que la exploración del mundo sea mucho más satisfactoria y completa que de cualquier otra manera. Aun así, mediante algunos capítulos sueltos —como aquellos que buscan desarrollar de forma escueta el pasado trágico de Ginko— y episodios especiales, algunas de las historias más icónicas o de mayor calidad trabajadas a lo largo de las dos temporadas aparecen para permitir un desarrollo algo más incisivo de sus narrativas y circunstancias.

Los «mushi», unos seres vivos invisibles y parasitarios que emanan de la mismísima fuente de la vida que atraviesa el mundo, serán el principal vehículo que dominará la narrativa del anime.

5. La calma. Quizá una visión poco abierta al mundo del anime vea en el medio un estancamiento narrativo y estético centrado en lo frenético y exagerado que puede llegar a volverse repetitivo. Esta perspectiva seguramente venga informada por los máximos exponentes del universo manga-anime, en su mayoría shōnen —que significa, literalmente: «chico» o «joven»—, localizables en productos como Dragon Ball (Toei Animation, 1986-1989), One Piece (Toei Animation, 1999-) o Naruto (Pierrot, 2002-2007). Por su parte, Mushishi se aleja de estos planteamientos genéricos y estéticos al contextualizarse cómodamente en el marco del seinen —que significa «adultez»—, demografía que no necesita la visita constante a los tropos endémicos del shōnen para plantear sus historias. De esta manera, Mushishi se levanta como un producto calmado, que se toma su tiempo en plantear sus historias, incluso si estas duran solamente un capítulo que, a diferencia de a lo que nos tienen acostumbrados las series occidentales, suelen durar veinte minutos. Es por ello que Mushishi, con su actitud pausada y su estética igualmente relajada, resulta una estupenda recomendación para aquellas personas que busquen una experiencia estética que se tome su tiempo en manifestarse y que llene a uno con una sensación de calma cercana al estado zen.

 

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